lunes, 11 de abril de 2016

El imprudente Nikíforov y el ingenuo Gorki.

No fue por casualidad que Gorki fuese nombrado presidente de la Unión de Escritores de la URSS, también es cierto que en tiempos de Lenin se alzó contra la persecución de intelectuales por parte de la Cheka, decidiendo exiliarse voluntariamente, a su regreso en 1933  fue absorbido por el sistema desempeñando un papel fundamental en la instauración del realismo socialista, Stalin le nombró presidente de la Unión de Escritores.y a partir de ese momento se dedicó a glorificar la construcción del socialismo pero con mejor estilo y elegancia que muchos de los esbirros del sistema, como pudieron ser Alberti o Pablo Neruda, con esas voces y gorgogeos absurdos que empleaban para glorificar al "carnicero rojo". Tambiés es verdad que ninguno de estos dos (que yo sepa) glorificó la educación mediante el trabajo, repugnante eufemismo para encubrir unas de las mayores masacres cometidas por el ser humano para con sus semejantes (el Gulag)
                                                                               

Este es el campo de "reeducación por el trabajo" de Solovski que los del OGPU invitaron a Gorki en 1929 y que felicito a los chequistas por el "trabajo" que estaban realizando. Por este "campo de trabajo" pasaría uno de los genios más grandes del siglo XX, el padre Pável Florenski pasó muchos años en el gulag hasta que fue fusilado en 1933, sacerdote, escritor y sabio, llegó incluso a participar en la creación de la industria militar soviética, su filosofía, su fe y sus teoremas relacionados con  Los números imaginarios  le harían sospechoso a los ojos de los bolcheviques.  

                                                                               

                                                                           Pável Florenski en el gulag
                                     
                                                                               
Crítica de la editorial de la obra de Pável Florenski -La columna y el fundamento de la verdad.
La obra del científico, filósofo y teólogo Pável Florenski (1882-1937) emerge progresivamente del olvido como uno de los pilares de la cultura rusa del siglo XX y una de las grandes figuras del pensamiento humano universal. Ingeniero de reconocido prestigio, trabajó durante el régimen soviético en la electrificación del país . Sin embargo, sus ideas le condujeron a un campo de reeducación en las islas Solovki, donde tras cinco años de duro cautiverio fue fusilado y sepultado en una fosa común en los alrededores de Leningrado, Su obra mayor, La columna y el fundamento de la Verdad, comparable en cierto sentido a los Stromata de Clemente de Alejandría, abre el camino a un nuevo pensamiento que se funda en una original teodicea. El autor, fiel representante de la tradición espiritual de la tierra rusa, se marca como tarea acompañar a los intelectuales de su nación a tender un puente entre la razón y la fe, la ciencia y la liturgia, Atenas y Jerusalén. Su intento de volver a llenar los dogmas de la fe con la savia de la experiencia espiritual viviente no es ingenuo, sino que va acompañado de un impresionante caudal de conocimientos -desde la matemática a la historia del arte, desde la filosofía antigua y moderna, la lingüística, la literatura y la iconografía a la historia del dogma, la patrística y el folklore- que le han valido el título de «Leonardo da Vinci ruso»                                                                          
                                                                 

Anécdota sacada de la obra de Vitali Chentalinski; de los archivos literarios del KGB, pág. 447. Un abrazo asfixiante.

Casa museo de Gorki, otoño del año 1932.
En el comedor de la casa hay mesas con blancos manteles. En torno a la mesa hay un montón de gente. Los jefes del Kremlin - Stalin, Mólotov, Voroshílov, Kaganóvich - ocupan los puestos de honor. Sin embargo, no tienen aire de jefes: parecen sencillos, accesibles, bromean, comen y beben placenteramente (cuando estás en esa situación te sientes inmortal). Están rodeado de una cincuentena de escritores, entre los que no se encuentran Ajmátova, Mandelstam, Pasternak, Platónov, Andréi Bieli, Nikolái Kliúniev ni Borís Piniak. No estaban allí ninguno de los que hoy consideramos orgullo y gloria de nuestra literatura. Todos los escritores invitados a ese banquete, de talento o mediocres, tienen un punto en común: son todos de los "nuestros". Y hay, además, otros funcionarios de la literatura.
        Es bastante dudoso que alguien haya comprendido alguna vez lo que era el realismo socialista. En todo caso, los historiadores de la literatura soviética, uno de los que participaron en el encuentro, propuso a Stalin que el  nuevo método literario se llamase "realismo proletario socialista", o mejor aún comunista, pero el jefe supremo eligió "realismo socialista". En una reunión de pintores realizada por aquella misma época se acribilló a preguntas a Gronski: dígamos algo del realismo socialista... Y Gronski respondió lapidariamente. -            El realismo socialista es Rembrandt, Rubens y Repin, pero al servicio de la clase obrera.
           Se cuenta que, bajo el mandato de Jruschov., Mijael Shólojov visito Hungría, en donde le preguntaron por ese realismo socialista del que él era un clásico. Shólojov, un poco ebrio, respondió de la siguiente manera. - Yo tenía un amigo, Sasha Fedéiev, a quien le preguntaba a menudo :"Oye, Sasha, ¿Qué es el realismo socialista?". ¿Y saben lo que me respondía? "¡Ni el diablo lo sabe, Misha!"
           Hasta hoy nadie sabe todavía que es esa legumbre ni como se come.
           Pero volvamos a casa de Gorki. La fiesta está en pleno apogeo. El vodka  corre a raudales, brotan las risas y, poco a poco, los escritores se enardecen, bromean, se agitan, se mezclan con los jefes. Fadéiev convence a Sholojov de que cante. Malihskin quiere brindar con el camarada Stalin-
          -¡Bebamos a la salud del camarada Stalin!- brama el poeta Vladimir Lugovski.
             Pero de pronto se produce un acontecimiento terrible. El narrador Nikíforov, a quien Stalin ha servido abundante vodka, se levanta y, armándose de valor, grita.
          -¡Ya está bien! ¡Hemos brindado a la salud del camarada Stalin un millón ciento cuarenta y siete mil veces!- Él mismo debe de estar ya harto...
            El silencio cae sobre la sala. Todos contienen la respiración. Stalin se levanta, tiende la mano a Nikíforov, que está frente a él, y le aprieta la punta de los dedos.
           -Gracias, Nikíforov, es justo. Estamos hartos-.
             La sala comienza a zumbar igual que una colmena
             Y lo que aquella noche conquisto definitivamente a los escritores  fue que Stalin las llamara "ingenieros de almas humanas", añadiendo que fabricar almas era más importante que fabricar tanques. Klim Voroshilov, Comisario del Pueblo para Defensa, intentó objetar algo, pero se le colocó en su sitio. ¡sí, más importante que los tanques!. Los escritores volvieron a sus casas animados, orgullosos de su importancia.
             La literatura se vio de esa manera encerrada en un caparazón ideológico rígido, y para muchos años. Durante el primer Congreso de escritores no se hizo sino informar al país de algo que ya estaba decidido desde hacía tiempo en el depacho de Stalin y el comedor de Gorki, presentándolo como aspiración voluntaria de los "ingenieros de almas".
             Pasaron algunos años, y la cuarta parte de los que participaron en la memorable reunión de la casa de Gorki se vieron en prisión. Muchos fueron fusilados, y entre ellos, naturalmente, el ingenuo e imprudente NIkíforov.
       

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